Hace dos días vinieron a mí estas preciosas palabras sobre el invierno, que describen exactamente cómo me siento en estos días.

Mi estación

Por fin llegó el invierno: como una semilla mi alma necesita el trabajo escondido de esta estación.

En su éxtasis solo aparente y en su tiempo suspeso, en sus colores inmaculados y degradados el invierno empuja a cavar más a fondo dentro de nosotros.

Una estación introspectiva, íntima, interior.

Para pocos.

En primavera todo se manifiesta, mientras en invierno la vida se busca más allá.

En estos meses caminar en un bosque se transforma rápidamente en una verdadera meditación, aunque no estemos acostumbrados a practicarla.

La vida que florecerá se desvela en las extensiones de hojas muertas de la tierra, es una linfa imprescindible para el Renacer.

La soledad de los troncos desnudos de sus susurrantes trajes se convierten en una ocasión preciosa para ir hacia la búsqueda de lo esencial, dejando el superfluo a nuestras espaldas.

Gracias invierno, por llegar así tan directo a nuestros pensamientos, por ser así tan frío y puntiagudo como en tus jornadas más rígidas, por poder despertar nuestra sustancia más escondida.

Gracias por hacernos volver a la base y así permitirnos florecer.

Giuseppe Ungaretti.

Estas palabras me han atravesado como hace el frío del invierno y me han dado la oportunidad de terminar mi primera crisálida, inspirada al período «Silencio» o período Rosa de mi querido artista Aitor Saraiba.

Es una metáfora de nuestra capacidad de mirar hacia dentro, de concentrar nuestras fuerzas como una semilla, y seguir el proceso de la naturaleza para sacar fuera nuestra potencia, nuestras capacidades al mundo cuando es el momento.

Dentro hay mucho calor, en este caso de lana. Hay oro, como símbolo solar, perlas que brillan, telas antiguas recicladas, flores, coronas, cristales… Son un collage invernal que nos da la posibilidad de sentirnos a casa, de gozarnos un fuego de una chimenea, un potaje calentico, o dar un paseo cerca de los bosques que pacientes esperan mostrarse.

Me estaba antipático el invierno. Lo confieso. Pero este año he conversado con él de una manera más refinada, poética. También gracias a Christian Bobin y su manera de escribir. Tan simple y verdadera. Otro día escribo sobre él porque merece mucho la pena.

Me han enseñado muchas cosas . Algunas me las han mostrado con sus más puntiagudas artes, otras han sido como la caricia que siento cuándo me cubro con la manta que me hace mi madre con las lanas de mi abuela.

Espero que tengáis todos una conversación con el invierno, nos ayuda mucho a ser gentiles con nosotros y con los demás.

Feliz invierno a todos